«Grace y Frankie»: la vejez nunca había sentado tan bien
Grace y Frankie viven en California, en Malibú, en una casa frente al mar. No comparten hogar por elección, sino por necesidad. Sus maridos, Robert y Sol, las han abandonado, después de muchísimos años de matrimonio, para irse a vivir otra historia de amor, la de ellos, el uno con el otro. Grace y Frankie no son jóvenes, ni siquiera están en la mitad de su vida, tienen ochenta años y ninguna intención de quedarse sentadas en el sillón, llorando por haber sido abandonadas.
Después de unos principios complicados, porque, a pesar de haber sido amigas desde que se conocieron en su juventud, la verdad es que no se soportan la una a la otra. Grace, una fantástica Jane Fonda, es una empresaria retirada que dejó su compañía a regañadientes en manos de su hija mayor cuando le llegó la edad a la que, supuestamente, las mujeres deben de retirarse porque ya no cuentan para nada. Frankie, una no menos estupenda Lily Tomlin, es una pintora hippy que transita entre los chakras y la marihuana. La pareja no puede ser más disparatada.
Sin revelar ningún secreto diré que, contra todo pronóstico, la amistad triunfa y el olfato para los negocios de Grace y la creatividad de Frankie dan como resultado un tándem explosivamente divertido, y sorprendentemente exitoso.
Pero lo realmente innovador de Grace y Frankie es la edad de sus protagonistas. En una sociedad en la que las historias que les suceden a las mujeres mayores de cuarenta años parecen no tener ningún interés, la serie nos demuestra lo contrario por todo lo alto, reventando niveles de audiencia y recibiendo críticas estupendas.
Hay que dejar de usar esa expresión de “en mis tiempos” o “en tus tiempos”. El tiempo de las personas dura mientras existen, del primer al último día.
La misma Jane Fonda se hacía eco de esta reivindicación en una charla para TED talks en la que reclamaba a los creadores y creadoras de contenidos que tuvieran en cuenta que las mujeres mayores de sesenta eran el grupo demográfico que más crecía y que en unos años sería en mayoritario en todo el planeta Tierra.
Así que, el y la que tenga oídos para oír, oiga. Y, si puede ser, que nos brinde series tan gamberras y desternillantes y con un mensaje que nos invite tanto a exprimir la vida como Grace y Frankie.
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