Carla Guelfenbein: «El amor pasional es poner una pistola en las manos de otro»
La escritora chilena Carla Guelfenbein visita Madrid para presentar su novela La naturaleza del deseo (Alfaguara). Una historia que, nos confiesa, le ha costado escribir, dada la delicadeza del tema que aborda: el amor pasional. Además, nos cuenta que ya se halla inmersa en un nuevo proyecto literario, pues, antes de acabar una novela, ya tiene armada la «camita» de la siguiente.
Sara Niño para InMagazine
Sara Niño (S. N.): ¿Cuál es la naturaleza del deseo?
Carla Guelfenbein: El título habla de toda la novela, porque es una novela pero, también, un ensayo en el que se pone sobre el tapete una serie de ideas sobre lo que es el deseo. Yo no sé qué es el deseo, pero podría decir que hay unas instancias que enardecen el deseo y otras que matan el deseo. Yo diría que el deseo, como lo entendió Ovidio un siglo antes de Cristo, crece en la adversidad, en la distancia; cuando hay obstáculos.
S. N.: ¿El deseo crece en las situaciones prohibidas?
Carla Guelfenbein: El deseo es aquello que no tienes. Es la distancia entre el sujeto y algo que está fuera de sí, a una cierta distancia. El deseo ocurre en ese tiempo y en esa distancia.
S. N.: ¿Y cuándo empieza a ser peligroso el deseo?
Carla Guelfenbein (C. G.) : El deseo siempre es peligroso. La pasión amorosa siempre es peligrosa. Yo hablo de un deseo que no es puramente físico, sino una intención de poseer al otro y una disposición de ser poseído. Y, en esa circunstancia, hay grandes riesgos. El amor pasional es un riesgo; es poner una pistola en las manos de otro. La manera de no correr riesgos está en el amor moderno de hoy. Por ejemplo, el poliamor, que parece muy moderno pero, en el fondo, es muy convencional.
S. N.: ¿Qué pasa cuando se confunde deseo con amor? ¿Y cuando uno de la pareja está más entregado que el otro?
C. G.: Yo no creo que sean dos cosas diferentes. Yo hablo del amor pasional, y lo distingo de otros amores como el filial.
La naturaleza del deseo: una novela sobre el amor itinerante
S es una mujer divorciada y madre de una hija. Vive un romance con F, un hombre casado. Ella reside en Londres y él, en Santiago de Chile. La pareja se encuentra en lugares dispersos por el mundo y mantiene un romance quizá idealizado o quizá demasiado real. Una historia de amor pasional de las que pone los pelos de punta de tan peligrosa que puede volverse si la mujer de él se entera. O si, finalmente, deciden emprender una existencia como matrimonio.
S. N.: ¿Por qué usas solo las iniciales de los personajes? S, F… En realidad, no conocemos nada de ellos…
C. G.: Nada, ni su edad. Porque la idea era que estos dos personajes fueran todos los amantes, y ningún amante. Al no ponerles una identidad, pueden ser cualquiera. Esto podría haber ocurrido en cualquier parte, a cualquier persona. Lo mismo que con las ciudades: la idea es que fueran un telón de fondo.
S. N.: Hemos visto que los dos protagonistas se encuentran en 15 ciudades, pero hay otros dos lugares (Santiago de Chile y Londres) muy importantes. ¿Qué significan para ti estas ciudades?
C. G.: Bueno, Londres porque es el lugar donde viví hasta los 26 años. Es una ciudad donde fui a la universidad; mi madre murió; mi primer gran amor ocurrió allí… También conozco mucho la idiosincrasia inglesa, y ella (la protagonista femenina) tiene mucha idiosincrasia. Y Santiago de Chile es donde he vivido gran parte de mi vida, y era lógico que él (protagonista masculino) fuera de ese lugar.
S. N.: La hija de S le dice a su madre: «Mama, ¿es que nunca vas a crecer?». Yo te pregunto: ¿Por qué nos negamos a crecer?
C. G.: Yo creo que hay una resistencia en diferentes etapas. Primero, a asumir responsabilidades cuando eres muy joven. Y, después, hay otras etapas en las que uno intenta detener el paso de los años. Hay mucho miedo a crecer.
S. N.: ¿Cómo ha sido la experiencia de escribir esta novela?
C. G.: Tardé cinco años e, incluso, en medio escribí otra novela. Me costó mucho porque habla de un tema que ha sido tocado desde siempre. ¿Qué nuevo podía decir? Tampoco quería inventar el amor. Era difícil no caer en lugares comunes respecto al amor. Y era imprescindible que entrara el sexo, y una vez que entras a la descripción de esto es peligroso porque puedes caer en la cursilería o la vulgaridad. Transitar en esta línea y mantener mi voz y, al mismo tiempo, jugármela fue muy difícil. Es una de las novelas más difíciles que he escrito, a pesar de la apariencia sencilla que tiene.
S. N.: ¿Vemos tu experiencia plasmada en esta novela?
C. G.: Absolutamente. La experiencia es todas las pequeñas partículas de la existencia que quedan atrapadas en tu ser. Por eso creo que el escritor tiene que estar muy atento a la vida, porque la experiencia está ocurriendo todo el rato a tu alrededor.
S. N.: ¿Cómo te sentiste al poner el punto y final a La naturaleza del deseo?
C. G.: No la quería soltar, así que fue un punto y final como retardado. Pero yo, antes de terminar una novela, siempre he comenzado otra. Entonces hay un tránsito suave.
S. N.: ¿Ves posibilidades de que esta novela sea llevada al cine o la televisión?
C. G.: Bueno, no sé. Recién de otra novela, que se llama Llévame al cielo, se ha hecho una serie de Disney+ y va a ser mostrada en 52 países a finales de 2023. Nunca lo pensé, pero todo es posible.
S. N.: ¡Muchas gracias!
C. G.: Gracias a ti.
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