Piel atópica vs. piel sensible: diferencias y tratamientos

Muchas veces confundimos la piel sensible con la piel atópica. Ambas comparten características y tienden a perder humedad, pero son dos patologías diferentes que requieren, por tanto, tratamientos diferentes. Pilar Gaudí, facialista y directora de Nina Merli, nos da algunos consejos para abordar una y otra.

Agencias

La piel sensible, podríamos decir, es una condición menos grave o más fácil de tratar que la piel atópica. Y es que es una afección temporal que cursa con enrojecimiento, tirantez y picor ocasional en la zona afectada. Mientras tanto, la piel atópica es crónica y, entre sus síntomas, está la descamación de la piel.

Piel atópica: un problema genético e inmunológico

La piel sensible suele aparecer por estrés, las inclemencias del tiempo y ciertos fármacos y cosméticos. Una hidratación diaria con cremas ricas en niacinamida, ceramidas y varios omegas, así como una limpieza con productos suaves y sin perfumes, sin abusar del agua demasiado caliente, es suficiente para su tratamiento.

Las pieles atópicas, cuyo origen es genético e inmunológico, requieren no solo de una hidratación constante con cremas, en este caso ricas en aceites vegetales y manteca de karité, sino de tratamientos específicos.

Es importante también, sobre todo en otoño e invierno, mantener alejados ciertos tejidos. «Conviene evitar factores irritantes como las lanas y los cambios bruscos de temperatura, pero también los perfumes y las duchas prolongadas», señala Pilar Gaudí.

Luz LED para el tratamiento de pieles atópicas

Los centros de estética, como Nina Merli, cuentan con tratamientos en cabina que restauran la barrera cutánea y reducen la reactividad de la piel. «Usamos aparatología suave y personalizada, como radiofrecuencia de baja intensidad o luz LED roja, con el objetivo no de estimular, sino de reparar y reconfortar», concluye la facialista y directora de este centro.