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Sulfatos: limpio parece, sano no es

Champús sin sulfatos. Foto: Le Clan Esthétique

Sulfatos: limpio parece, sano no es

Hacen mucha espuma y eliminan eficazmente la grasa y la suciedad. Sin embargo, causan irritaciones, rojeces y sequedad en el pelo y el cuero cabelludo, ya que son agentes agresivos. Hablamos de los sulfatos, que dan la sensación de limpieza, por la espuma que generan, pero que dejan el pelo estropajoso y no son nada saludables.

Agencias 

Todos los sulfatos no son igual de agresivos, por lo que debemos diferenciar entre dos tipos principalmente: el sodium lauryl sulfate (SLS) y el sodium laureth sulfate (SLES). El primero es el más fuerte y el que suelen incluir los champús de baja calidad, mientras que el segundo es más suave y lo encontraremos en champús de mayor calidad, incluso en aquellos que tratan problemas del cuero cabelludo como la dermatitis seborreica.

El champú ideal: sin sulfatos, con vitaminas y proteínas

Sin duda, el sulfato supone un daño añadido al pelo. Tal y como asegura Vicente Sancho, CEO de SAHB Génesis, «es perjudicial debido a su fragilidad y a que absorbe con mucha más facilidad cualquier producto que utilicemos». 

Siempre que sea posible, debemos optar por champús sin sulfatos. Estos se caracterizan porque no producen espuma ni huelen. Son ideales para pelo graso y fino, así como cabello teñido, «aunque si está sano tampoco tiene que alterar el color si son SLES», señala María García, responsable de experiencia de cliente de Dalire. Además, son buenos para pieles sensibles, puesto que «no irritan y no arrastran los aceites naturales provocando falta de brillo», concluye María.

¿Y cómo sería el champú ideal? Natural, por supuesto. Y con proteínas, vitaminas, filtros UV y demás componentes que mejoren el cabello. «Hay que observar las necesidades de nuestro cabello, si necesita nutrición, protección, volumen, elasticidad o hidratación», nos aconseja David Lesur, director de los salones David Künzle.

Saber interpretar la etiqueta del champú

La caducidad del producto, así como el INCI (ingredientes) vienen en la etiqueta. Pero no se trata solo de leerla, sino de entenderla, pues nos aporta una información muy valiosa. «Debemos aprender a interpretarla, como por ejemplo la durabilidad de un envase abierto o los ingredientes y orden que llevan. Cuanto más al principio está, mayor cantidad en su composición», señala Sonia Atanes.

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